📕 Destrucción del Patrimonio documental y lógicas de control social


Desde una mirada histórica se puede observar como el patrimonio documental ha constituido un símbolo fundamental de colectividades y naciones, dotándolas de elementos empíricos a los cuales recurren diferentes ciencias sociales para comprender fenómenos colectivos a través de la historia. Es por lo mencionado anteriormente que el patrimonio documental recibe un valor incalculable como sustento identitario y cultural, lo cual es fractal de una sociedad donde la información es la mercancía más codiciada. Este patrimonio, junto a la información que aporta, muchas veces es dañado por fenómenos naturales, ya sean estos incendios, terremotos, tsunamis, entre otros. Por otro lado la intervención humana mal intencionada ha producido grandes pérdidas en estas materias a lo largo de la historia, cuando una colectividad impone su cosmovisión por sobre otra en un acto de conquista. A continuación, se desarrolla un marco de concepciones que toman perspectivas desde la economía política, psicología y filosofía para explicar de manera acotada estos fenómenos sociales.
Autores como Marx (2001) mencionan que la sociedad está dividida en clases sociales (burguesía y proletariado), de las cuales la burguesía es la clase que concentra los poderes fácticos[1] con los cuales utiliza al proletariado como fuerza laboral, manteniendo de esa forma la maquinaria económica funcionando bajo un marco legal y político que permita mantener esta estructura y determinada conciencia social favorable para la dominación burguesa.
En la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. (Marx, 2001)
Definidos los roles de acuerdo con la actividad productiva en la cual los sujetos viven, estos adquieren determinada conciencia de la realidad que bien puede estudiarse en un conjunto de personas con características materiales y contextuales similares, mostrando elementos que otorgan rasgos identitarios en aquellas concepciones, las cuales forman parte de una memoria colectiva. Mediante mecanismos institucionalizados (generalmente estatales) la burguesía interviene esta memoria colectiva, principalmente a través de la propaganda buscando generar un pensamiento hegemónico cercano a sus intereses.
El asilo psiquiátrico, la penitenciaría, el correccional, el establecimiento de educación vigilada, y por una parte los hospitales, de manera general todas las instancias de control individual, funcionan de doble modo: el de la división binaria y la marcación (loco-no loco; peligroso-inofensivo; normal-anormal); y el de la asignación coercitiva, de la distribución diferencial (quién es; dónde debe estar; por qué caracterizarlo, cómo reconocerlo; cómo ejercer sobre él, de manera individual, una vigilancia constante, etc.). De un lado, se "apesta" a los leprosos; se impone a los excluidos la táctica de las disciplinas individualizantes; y, de otra parte, la universalidad de los controles disciplinarios permite marcar quién es "leproso" y hacer jugar contra él los mecanismos dualistas de la exclusión. La división constante de lo normal y de lo anormal, a que todo individuo está sometido, prolonga hasta nosotros y aplicándolos a otros objetos distintos, la marcación binaria y el exilio del leproso; la existencia de todo un conjunto de técnicas y de instituciones que se atribuyen como tarea medir, controlar y corregir a los anormales, hace funcionar los dispositivos disciplinarios a que apelaba el miedo de la peste. Todos los mecanismos de poder que, todavía en la actualidad, se disponen en torno de lo anormal, para marcarlo, como para modificarlo, componen estas dos formas, de las que derivan de lejos. (Foucault, 2002, p.184)
Las elites que concentran los poderes fácticos buscan posicionar un solo relato hegemónico en la historia oficial de las naciones, fenómeno que se presenta en la omisión de cualquier otra manifestación que difiera al relato oficial posicionado, utilizando todos los métodos de extorsión, control y castigo existentes para censurar.  Esta forma de manifestar el poder se ha utilizado durante mucho tiempo para manipular la cosmovisión de la ciudadanía, definiendo lo que está correcto y lo que no lo es, definiendo lo que es benéfico para la educación y lo que es dañino para el conocimiento. La aparición de la psicología analítica ha permitido a las elites estudiar el funcionamiento de la conciencia en las masas, lo cual les ha dado la clave para manipular los símbolos en los que se enmarca la conciencia colectiva como se interpreta a continuación:  
Cuanto más crece su carga, tanto más adquiere la actitud represiva un carácter fanático y más se aproxima a la conversión en su opuesto, es decir, una enantiodromía[2]. Cuanto mayor es la carga de la conciencia colectiva, tanto más pierde el yo su significación práctica. Es absorbido, podríamos decir, por las opiniones y tendencias de la conciencia colectiva y surge de ese modo el hombre de masa, que siempre está entregado a un “ismo”. El yo sólo mantiene su independencia si no se identifica con uno de los contrarios y logra mantener el equilibrio entre ellos. Pero esto sólo es posible si se tiene conciencia de ambos a la vez. Es cierto que no sólo sus líderes sociales y políticos hacen que tal equilibrio le resulte difícil, sino también sus mentores religiosos. Todos quieren la decisión en favor de una cosa y con ello la identificación total del individuo con una “verdad” necesariamente unilateral. Aun cuando se tratara de una gran verdad, la identificación con ella sería de cualquier modo una catástrofe, pues obstaculizaría toda evolución espiritual posterior. En lugar de conocimiento se tiene entonces convicción, lo que a veces es más cómodo y por lo tanto más atrayente. (Jung, 2003, p.163-164)
Muchas veces, los intereses de las burguesías de cada nación chocan entre sí, lo cual en su punto más irreconciliable ha dado lugar a la mayoría de las guerras que se conocen en la historia de la humanidad. Es justamente en medio de estos conflictos bélicos donde las naciones invaden a otras, realizan ocupaciones territoriales, toman prisioneros y además, saquean los monumentos patrimoniales de otras naciones.
Las bibliotecas y los archivos han sido objeto de codicia desde hace siglos. Abundan los relatos en la historia antigua acerca de jefes victoriosos que no sólo se apropiaban de vidas humanas, sino también de objetos preciosos, entre ellos libros y manuscritos, en las guerras de conquista. Además de constituir un acto de pillaje, el expolio de textos tenía un valor simbólico para el vencedor: la reafirmación de su poder. La apropiación de la cultura del vencido busca privarlo de sus medios de instrucción y, por consiguiente, de la posibilidad de su recuperación cultural. Se trata de una nueva humillación, complementaria de la ya alcanzada por medio de las armas, y de la usurpación de su memoria histórica. (Guibovich, 2009, p. 84-85)
Las milicias al servicio de las clases dominantes saquean sin piedad museos, bibliotecas y archivos con el fin de usurpar la memoria del vencido llevando a sus naciones “trofeos” que exhiben la supremacía de su poder bélico, ya sean estos archivos históricos, objetos arqueológicos, arte, entre otros, como se puede visualizar en el caso de la invasión a la biblioteca de Lima por parte de Chile en la Guerra del Pacifico (Guibovich, 2009, p. 83-107), en la cual las milicias chilenas tuvieron la orden de saquear la biblioteca completamente y llevarse los bienes patrimoniales a Chile como trofeos de guerra, provocando un daño irreparable, tanto a la biblioteca, como a la nación peruana. Se relatan en múltiples investigaciones del tema que las pérdidas de textos a causa de la usurpación chilena a la biblioteca de Lima van desde los 50.000 textos, lo cual incluye objetos de arte, herramientas científicas, entre otras (Carcelén Reluz & Maldonado Favarato, 2014, p. 141-153).  A continuación, se inserta para dimensionar el asunto, una carta escrita por el director de la biblioteca saqueada de Lima al embajador de Estados Unidos en medio de la ocupación Chilena de la biblioteca:
Carta a Mr. Christiancy, embajador de Estados Unidos en Perú
Lima, 10 marzo de 1881
(…) La biblioteca de Lima fue fundada en 1822, poco después de proclamada la Independencia del Perú, y se la consideró, por los hombres de letras y viajeros ilustres que la han visitado, como la primera entre las bibliotecas de la América Latina. Enriquecida por la protección de los gobiernos y por obsequio de los particulares, contaba, a fines de 1880, muy cerca de cincuenta mil volúmenes impresos, y más de ochocientos manuscritos. Verdaderas joyas bibliográficas, entre las que no escaseaban incunables o libros impresos durante el primer medio siglo posterior de la imprenta (…)
   (…) Rendida la capital el 17 de enero, a las fuerzas chilenas, transcurrió más de un mes respetando el invasor los establecimientos de instrucción. Nadie podía recelar, sin inferir gratuito agravio al gobierno de Chile, gobierno que decanta civilización y cultura, que para él serían considerados como botín de guerra los útiles de la universidad, el gabinete anatómico de la escuela de medicina, los instrumentos de las escuelas de artes y de minas, los códices del archivo nacional, ni los objetos pertenecientes a otras instituciones de carácter puramente científico, literario o artístico.
   El 26 de febrero se me exigió la entrega de las llaves de la biblioteca, dándose principio al más escandaloso y arbitrario despojo. Los libros son llevados en carretas, y entiendo que se les embarca con destino a Santiago. La biblioteca, para decirlo todo, ha sido entrada a saco, como si los libros representarán material de guerra. (…)
Manuel de Odriozola (Paz Soldán, 1979, p.199)
Lo mencionado en los párrafos anteriores no son hechos que solo ocurren internacionalmente, pues a nivel local, los Estados enfrentan muchas veces conflictos civiles en los cuales se pone en peligro su propio patrimonio documental[3], “la crítica pública y el reconocimiento de los conflictos amenazan el funcionamiento de las instituciones y la convivencia social” (PNUD, 2004),  ya sea mediante la censura, destrucción o clausura. Ejemplos de aquello se perciben con claridad en la quema de libros y el cierre de la editorial estatal Quimantú en la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. En este contexto Fernando Baez (2004) da ejemplos de sobra sobre biblioclastias hechas en manos del Estado norteamericano (ya sea dentro o fuera de su patria), para censurar libros de corte marxista en su propio territorio o para destruir museos con piezas invaluables en Irak.
También se encuentran antecedentes de la destrucción de archivos y documentos patrimoniales existentes en el liceo Eduardo de la Barra en 1891 (llamado en ese entonces Liceo Valparaíso) (Mardones Leiva y Guajardo, 2017, p. 85-89), debido a los sucesos ocurridos en la guerra civil contra el gobierno de José Manuel Balmaceda. Al finalizar las batallas de Concón y Placilla se producen disturbios en Valparaíso y parte de las fuerzas armadas tomaron el liceo Valparaíso (del cual el filántropo Eduardo de la Barra era rector), destrozando gran parte del patrimonio documental existente en tal liceo y en el hogar de don Eduardo de la Barra, el cual se ubicó en Colón #2128 (Castagneto, 2006, pág. 6) (frence a su liceo). A continuación se cita parte del capítulo “Post-Scriptum” ubicado en el libro Versificación Castellana (1891) en el cual se relata lo ocurrido en puño y letra de Eduardo de la Barra: 
Con mis notas, manuscritos y borradores, fuéronse también mis libros de consulta, prolijamente anotados; un tomo inédito de Poesías líricas preparado para darlo
Á la estampa; otro, de mis antiguas poesías recopiladas con trabajo y corregidas, unas anotaciones de álgebra, que formaban un texto casi completo, y algunas apuntaciones sobre temblores.
Me aseguran que muchos de esos papeles fueron quemados en el patio de mi casa por orden del comandante del batallón revolucionario Iquique, quien se había allí instalado con sus oficiales por disposición de la Intendencia.
   Al mismo tiempo que los oficiales del Iquique desbalijaban mi casa y destruían mis papeles, sin el menor miramiento por el derecho de propiedad, que eso era un grano de anís donde asesinar era un juego, otros de aquellos conquistadores vándalos, no sé si lanceros ó carabineros, caían sobre el Liceo, y saqueaban el gran gabinete de Física que fué destruido, el de Bacteriología que era un lujo, el Meteorológico, dotado de excelentes instrumentos, el laboratorio de Química, las salas de Historia Natural, Cosmografía y Mineralogía, la Biblioteca, el Archivo, y sobre todo el Museo de Historia Natural y Etnografía, el cual yo había fundado, y había llegado á ser el primer establecimiento de su clase en la costa del Pacífico.
 (De la Barra, 1891, p. 281-282) 


BIBLIOGRAFIA

- Fuentes, L, & Henriquez, F. (2019). Puesta en valor del patrimonio documental del Liceo Eduardo de la Barra: Un aporte para la memoria colectiva de Valparaíso (tesis de pregrado). Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile.


[1] En su extrema simplicidad, esta de­ noción establece de manera puntual dos elementos básicos que caracterizan aquello que podríamos identi­ficar como poder fáctico. Uno, que se trata de corporaciones que tienen la facultad o la capacidad para realizar acciones conforme a sus intereses particulares, y dos, que dichas acciones se realizan por fuera del marco jurídico institucional, es decir que se encuentran revestidas de un carácter extralegal. (González, 2012)
[2] Enantiodronzie). Enantiodromía significa "correr en sentido contrario". Con este concepto se designa en la filosofía de Heraclito el juego de los opuestos en el devenir, esto es, la noción de que todo lo que es pasa a su contrario. “De vida nace muerte, de muerte vida, de juventud vejez, de vejez juventud, de vigilia sueño y de sueño vigilia, la corriente del engendrar y el perecer no se detiene nunca." "Construcción y destrucción, destrucción y construcción, ésa es la norma que engloba todas las esferas de la vida natural, tanto las más pequeñas como las más grandes. Pues también el propio cosmos, así como ha salido del fuego primordial, así debe regresar a  él un doble proceso que se desarrolla en plazos bien medidos, aunque sean espacios de tiempo enormes, y que se desarrollará una y otra vez." (Jung, 1994, p. 508)
[3] Históricamente, en  América  Latina,  cuando  se  han  logrado  avances  de  gobiernos,  en  los  límites  de  la  democracia  burguesa,  que  apuntan  a   transformaciones   estructurales,  el   Estado   deja   ver   su   esencia   de dominación y violencia imponiéndose de las maneras más barbarizantes, siempre en alianza o bajo orientación de fuerzas y Estados externos, líderes de monopolios a nivel mundial (en el caso de la región principalmente de Estados Unidos). (Tapiro, 2016, p. 249)

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