Desde
una mirada histórica se puede observar como el patrimonio documental ha
constituido un símbolo fundamental de colectividades y naciones, dotándolas de
elementos empíricos a los cuales recurren diferentes ciencias sociales para
comprender fenómenos colectivos a través de la historia. Es por lo mencionado
anteriormente que el patrimonio documental recibe un valor incalculable como
sustento identitario y cultural, lo cual es fractal de una sociedad donde la
información es la mercancía más codiciada. Este
patrimonio, junto a la información que aporta, muchas veces es dañado por
fenómenos naturales, ya sean estos incendios, terremotos, tsunamis, entre
otros. Por otro lado la intervención humana mal intencionada ha producido
grandes pérdidas en estas materias a lo largo de la historia, cuando una
colectividad impone su cosmovisión por sobre otra en un acto de conquista. A
continuación, se desarrolla un marco de concepciones que toman perspectivas
desde la economía política, psicología y filosofía para explicar de manera
acotada estos fenómenos sociales.
Autores como Marx (2001) mencionan que la sociedad está dividida en clases sociales
(burguesía y proletariado), de las cuales la burguesía es la clase que
concentra los poderes fácticos[1]
con los cuales utiliza al proletariado como fuerza laboral, manteniendo de esa
forma la maquinaria económica funcionando bajo un marco legal y político que
permita mantener esta estructura y determinada conciencia social favorable para
la dominación burguesa.
En
la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que
corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el
proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia
del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo
que determina su conciencia. (Marx, 2001)
Definidos
los roles de acuerdo con la actividad productiva en la cual los sujetos viven,
estos adquieren determinada conciencia de la realidad que bien puede estudiarse
en un conjunto de personas con características materiales y contextuales
similares, mostrando elementos que otorgan rasgos identitarios en aquellas
concepciones, las cuales forman parte de una memoria colectiva. Mediante
mecanismos institucionalizados (generalmente estatales) la burguesía interviene
esta memoria colectiva, principalmente a través de la propaganda buscando
generar un pensamiento hegemónico cercano a sus intereses.
El
asilo psiquiátrico, la penitenciaría, el correccional, el establecimiento de
educación vigilada, y por una parte los hospitales, de manera general todas las
instancias de control individual, funcionan de doble modo: el de la división
binaria y la marcación (loco-no loco; peligroso-inofensivo; normal-anormal); y
el de la asignación coercitiva, de la distribución diferencial (quién es; dónde
debe estar; por qué caracterizarlo, cómo reconocerlo; cómo ejercer sobre él, de
manera individual, una vigilancia constante, etc.). De un lado, se
"apesta" a los leprosos; se impone a los excluidos la táctica de las
disciplinas individualizantes; y, de otra parte, la universalidad de los
controles disciplinarios permite marcar quién es "leproso" y hacer
jugar contra él los mecanismos dualistas de la exclusión. La división constante
de lo normal y de lo anormal, a que todo individuo está sometido, prolonga
hasta nosotros y aplicándolos a otros objetos distintos, la marcación binaria y
el exilio del leproso; la existencia de todo un conjunto de técnicas y de
instituciones que se atribuyen como tarea medir, controlar y corregir a los
anormales, hace funcionar los dispositivos disciplinarios a que apelaba el
miedo de la peste. Todos los mecanismos de poder que, todavía en la actualidad,
se disponen en torno de lo anormal, para marcarlo, como para modificarlo,
componen estas dos formas, de las que derivan de lejos. (Foucault, 2002, p.184)
Las
elites que concentran los poderes fácticos buscan posicionar un solo relato
hegemónico en la historia oficial de las naciones, fenómeno que se presenta en
la omisión de cualquier otra manifestación que difiera al relato oficial
posicionado, utilizando todos los métodos de extorsión, control y castigo
existentes para censurar. Esta forma de
manifestar el poder se ha utilizado durante mucho tiempo para manipular la
cosmovisión de la ciudadanía, definiendo lo que está correcto y lo que no lo
es, definiendo lo que es benéfico para la educación y lo que es dañino para el
conocimiento. La aparición de la psicología analítica ha permitido a las elites
estudiar el funcionamiento de la conciencia en las masas, lo cual les ha dado
la clave para manipular los símbolos en los que se enmarca la conciencia
colectiva como se interpreta a continuación:
Cuanto
más crece su carga, tanto más adquiere la actitud represiva un carácter
fanático y más se aproxima a la conversión en su opuesto, es decir, una
enantiodromía[2].
Cuanto mayor es la carga de la conciencia colectiva, tanto más pierde el yo su
significación práctica. Es absorbido, podríamos decir, por las opiniones y
tendencias de la conciencia colectiva y surge de ese modo el hombre de masa,
que siempre está entregado a un “ismo”. El yo sólo mantiene su independencia si
no se identifica con uno de los contrarios y logra mantener el equilibrio entre
ellos. Pero esto sólo es posible si se tiene conciencia de ambos a la vez. Es
cierto que no sólo sus líderes sociales y políticos hacen que tal equilibrio le
resulte difícil, sino también sus mentores religiosos. Todos quieren la
decisión en favor de una cosa y con ello la identificación total del individuo
con una “verdad” necesariamente unilateral. Aun cuando se tratara de una gran
verdad, la identificación con ella sería de cualquier modo una catástrofe, pues
obstaculizaría toda evolución espiritual posterior. En lugar de conocimiento se
tiene entonces convicción, lo que a veces es más cómodo y por lo tanto más
atrayente. (Jung, 2003, p.163-164)
Muchas
veces, los intereses de las burguesías de cada nación chocan entre sí, lo cual
en su punto más irreconciliable ha dado lugar a la mayoría de las guerras que
se conocen en la historia de la humanidad. Es justamente en medio de estos
conflictos bélicos donde las naciones invaden a otras, realizan ocupaciones
territoriales, toman prisioneros y además, saquean los monumentos patrimoniales
de otras naciones.
Las
bibliotecas y los archivos han sido objeto de codicia desde hace siglos.
Abundan los relatos en la historia antigua acerca de jefes victoriosos que no
sólo se apropiaban de vidas humanas, sino también de objetos preciosos, entre
ellos libros y manuscritos, en las guerras de conquista. Además de constituir
un acto de pillaje, el expolio de textos tenía un valor simbólico para el
vencedor: la reafirmación de su poder. La apropiación de la cultura del vencido
busca privarlo de sus medios de instrucción y, por consiguiente, de la
posibilidad de su recuperación cultural. Se trata de una nueva humillación,
complementaria de la ya alcanzada por medio de las armas, y de la usurpación de
su memoria histórica. (Guibovich, 2009, p. 84-85)
Las
milicias al servicio de las clases dominantes saquean sin piedad museos,
bibliotecas y archivos con el fin de usurpar la memoria del vencido llevando a
sus naciones “trofeos” que exhiben la supremacía de su poder bélico, ya sean
estos archivos históricos, objetos arqueológicos, arte, entre otros, como se
puede visualizar en el caso de la invasión a la biblioteca de Lima por parte de
Chile en la Guerra del Pacifico (Guibovich,
2009, p. 83-107), en la cual las milicias chilenas tuvieron la orden de
saquear la biblioteca completamente y llevarse los bienes patrimoniales a Chile
como trofeos de guerra, provocando un daño irreparable, tanto a la biblioteca,
como a la nación peruana. Se relatan en múltiples investigaciones del tema que
las pérdidas de textos a causa de la usurpación chilena a la biblioteca de Lima
van desde los 50.000 textos, lo cual incluye objetos de arte, herramientas
científicas, entre otras (Carcelén Reluz &
Maldonado Favarato, 2014, p. 141-153).
A continuación, se inserta para dimensionar el asunto, una carta escrita
por el director de la biblioteca saqueada de Lima al embajador de Estados
Unidos en medio de la ocupación Chilena de la biblioteca:
Carta a Mr. Christiancy,
embajador de Estados Unidos en Perú
Lima, 10 marzo de 1881
(…) La biblioteca de Lima
fue fundada en 1822, poco después de proclamada la Independencia del Perú, y se
la consideró, por los hombres de letras y viajeros ilustres que la han
visitado, como la primera entre las bibliotecas de la América Latina.
Enriquecida por la protección de los gobiernos y por obsequio de los
particulares, contaba, a fines de 1880, muy cerca de cincuenta mil volúmenes
impresos, y más de ochocientos manuscritos. Verdaderas joyas bibliográficas,
entre las que no escaseaban incunables o libros impresos durante el primer
medio siglo posterior de la imprenta (…)
(…) Rendida la capital el 17 de enero, a las
fuerzas chilenas, transcurrió más de un mes respetando el invasor los establecimientos
de instrucción. Nadie podía recelar, sin inferir gratuito agravio al gobierno
de Chile, gobierno que decanta civilización y cultura, que para él serían
considerados como botín de guerra los útiles de la universidad, el gabinete
anatómico de la escuela de medicina, los instrumentos de las escuelas de artes
y de minas, los códices del archivo nacional, ni los objetos pertenecientes a
otras instituciones de carácter puramente científico, literario o artístico.
El 26 de febrero se me exigió la entrega de
las llaves de la biblioteca, dándose principio al más escandaloso y arbitrario
despojo. Los libros son llevados en carretas, y entiendo que se les embarca con
destino a Santiago. La biblioteca, para decirlo todo, ha sido entrada a saco, como
si los libros representarán material de guerra. (…)
Manuel
de Odriozola (Paz Soldán, 1979, p.199)
Lo mencionado en los párrafos anteriores
no son hechos que solo ocurren internacionalmente, pues a nivel local, los Estados
enfrentan muchas veces conflictos civiles en los cuales se pone en peligro su propio
patrimonio documental[3], “la crítica pública y el reconocimiento
de los conflictos amenazan el funcionamiento de las instituciones y la
convivencia social” (PNUD, 2004) , ya sea mediante la censura, destrucción o
clausura. Ejemplos de aquello se perciben con claridad en la quema de libros y
el cierre de la editorial estatal Quimantú en la dictadura de Augusto Pinochet
en Chile. En este contexto Fernando Baez (2004) da ejemplos de sobra sobre
biblioclastias hechas en manos del Estado norteamericano (ya sea dentro o fuera
de su patria), para censurar libros de corte marxista en su propio territorio o
para destruir museos con piezas invaluables en Irak.
También se encuentran antecedentes de la
destrucción de archivos y documentos patrimoniales existentes en el liceo
Eduardo de la Barra en 1891 (llamado en ese entonces Liceo Valparaíso) (Mardones
Leiva y Guajardo, 2017, p. 85-89), debido a los sucesos ocurridos en la guerra
civil contra el gobierno de José Manuel Balmaceda. Al finalizar las batallas de
Concón y Placilla se producen disturbios en Valparaíso y parte de las fuerzas
armadas tomaron el liceo Valparaíso (del cual el filántropo Eduardo de la Barra
era rector), destrozando gran parte del patrimonio documental existente en tal
liceo y en el hogar de don Eduardo de la Barra, el cual se ubicó en Colón #2128
(Castagneto, 2006, pág. 6) (frence a su liceo).
A continuación se cita parte del capítulo “Post-Scriptum” ubicado en el libro
Versificación Castellana (1891) en el cual se relata lo ocurrido en puño y
letra de Eduardo de la Barra:
Con mis notas, manuscritos y borradores, fuéronse también mis
libros de consulta, prolijamente anotados; un tomo inédito de Poesías líricas
preparado para darlo
Á la estampa; otro, de mis
antiguas poesías recopiladas con trabajo y corregidas, unas anotaciones de
álgebra, que formaban un texto casi completo, y algunas apuntaciones sobre
temblores.
Me aseguran que muchos de
esos papeles fueron quemados en el patio de mi casa por orden del comandante del
batallón revolucionario Iquique, quien se había allí instalado con sus
oficiales por disposición de la Intendencia.
Al mismo tiempo que los oficiales del
Iquique desbalijaban mi casa y destruían mis papeles, sin el menor miramiento
por el derecho de propiedad, que eso era un grano de anís donde asesinar era un
juego, otros de aquellos conquistadores vándalos, no sé si lanceros ó carabineros,
caían sobre el Liceo, y saqueaban el gran gabinete de Física que fué destruido,
el de Bacteriología que era un lujo, el Meteorológico, dotado de excelentes instrumentos,
el laboratorio de Química, las salas de Historia Natural, Cosmografía y
Mineralogía, la Biblioteca, el Archivo, y sobre todo el Museo de Historia Natural
y Etnografía, el cual yo había fundado, y había llegado á ser el primer
establecimiento de su clase en la costa del Pacífico.
(De la Barra, 1891, p. 281-282)
BIBLIOGRAFIA
- Fuentes, L, & Henriquez, F. (2019). Puesta en valor del patrimonio documental del Liceo Eduardo de la Barra: Un aporte para la memoria colectiva de Valparaíso (tesis de pregrado). Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile.
[1] En su extrema simplicidad, esta de noción
establece de manera puntual dos elementos básicos que caracterizan aquello que
podríamos identificar como poder fáctico. Uno, que se trata de corporaciones
que tienen la facultad o la capacidad para realizar acciones conforme a sus
intereses particulares, y dos, que dichas acciones se realizan por fuera del
marco jurídico institucional, es decir que se encuentran revestidas de un
carácter extralegal. (González, 2012)
[2] Enantiodronzie). Enantiodromía significa
"correr en sentido contrario". Con este concepto se designa en la
filosofía de Heraclito el juego de los opuestos en el devenir, esto es, la
noción de que todo lo que es pasa a su contrario. “De vida nace muerte, de
muerte vida, de juventud vejez, de vejez juventud, de vigilia sueño y de sueño
vigilia, la corriente del engendrar y el perecer no se detiene nunca."
"Construcción y destrucción, destrucción y construcción, ésa es la norma
que engloba todas las esferas de la vida natural, tanto las más pequeñas como
las más grandes. Pues también el propio cosmos, así como ha salido del fuego
primordial, así debe regresar a él un
doble proceso que se desarrolla en plazos bien medidos, aunque sean espacios de
tiempo enormes, y que se desarrollará una y otra vez." (Jung, 1994, p. 508)
[3] Históricamente, en América
Latina, cuando se han logrado
avances de gobiernos,
en los límites
de la democracia
burguesa, que apuntan
a transformaciones estructurales, el
Estado deja ver
su esencia de dominación y violencia imponiéndose de
las maneras más barbarizantes, siempre en alianza o bajo orientación de fuerzas
y Estados externos, líderes de monopolios a nivel mundial (en el caso de la
región principalmente de Estados Unidos).
(Tapiro, 2016, p. 249)
0 comentarios:
Publicar un comentario